Una pareja de la especie de ácaros extinta Glaesacarus rhombeus, atrapados en ámbar hace 40 millones de años en el Báltico, suponen la evidencia de que, al menos en un época tan remota, los roles sexuales tradicionales estaban invertidos, y que eran las hembras las que tenían las características físicas necesarias para poder controlar todo el proceso amoroso. Ellas decidían dónde y cómo gracias a un pequeña almohadilla que les permitía aferrarse al cuerpo de sus compañeros.
imagen: Ekaterina Sidorchuk |
Los investigadores de la Universidad de Michigan y de la Academia de Ciencias de Rusia, Pavel Klimov y Ekaterina Sidorchuk, autores de la investigación, creen que en esta especie es la hembra la que tiene el control a la hora de aparearse. Este dominio femenino «contrasta con el comportamiento reproductivo de muchas especies de ácaros actuales, en los que muchos aspectos de la cópula son controlados por los machos».
En los ácaros, como en otros animales, incluyendo los humanos, la batalla de los sexos se ha desatado a lo largo de la historia evolutiva. Cada sexo se esfuerza por conseguir el dominio para asegurarse de que sus intereses están protegidos. En el caso de los ácaros, los machos se
benefician de coaccionar a las hembras para aparearse y se aseguran de que no tengan relaciones con otros. Acosar a las hembras reticentes, vigilarlas antes y después del apareamiento y luchar con otros machos contrincantes son comportamientos típicos.
benefician de coaccionar a las hembras para aparearse y se aseguran de que no tengan relaciones con otros. Acosar a las hembras reticentes, vigilarlas antes y después del apareamiento y luchar con otros machos contrincantes son comportamientos típicos.
Las hembras, en cambio, obtienen una ventaja evolutiva sin consiguen algún control sobre sus compañeros. Esto les permite elegir machos más fuertes y rechazar a los «perdedores» (que pueden ser, sin embargo, muy hábiles para coaccionar a las mujeres), y evitar el desgaste de ser objeto de hostigamientos, vigilancias y cópulas frecuentes.
Un pene femenino
En la especie extinta Glaesacarus rhombeus, el macho carece de los órganos especializados para aferrarse a las hembras que se ven en muchos ácaros actuales. Ella, sin embargo, tiene una proyección similar a una almohadilla en su parte trasera que le permite controlar el apego. Gracias a ello, la hembra decidía cómo iba a desarrollarse la relación y cuándo podía ser interrumpida.
No está todo perdido. Los investigadores dicen que aún queda un linaje de estas amazonas del reino de los ácaros. Ciertas estructuras que se encuentran en algunos ácaros actuales también muestran la evidencia de un control femenino sobre el apareamiento. «Algunos linajes han desarrollado en las hembras tubos copuladores que funcionan como un pene», afirma Klimov.
(fuente: ABC.es (J. de J.))
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